4° Encuentro de grupos de pacientes oncológicos Zárate 2011

martes, 12 de julio de 2011

Cuál es tu misión en la VIDA? Florencia ha partido, en su corta vida cumplió con cometido...

-Esta charla, que la voy a dedicar a una persona maravillosa y a su grupo de amigos y familiares que no le van en zaga, no será publicada, al menos por el momento,  en el diario La Capital. Sólo está disponible para mis amigos de Facebook y para aquellos que a través de esta red social quieran compartirla. Esta columna, un poco más extensa que lo habitual, la comienzo recordando unas palabras del genial Camus, autor de La Peste y otras novelas inigualables: “no ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar”.   - Aquellos que me conocen y que me han seguido a lo largo de los años en los distintos medios para los que escribí, saben que soy un hombre de fe, un creyente, un periodista que “en ocasiones habla de Dios”, como dijo un dirigente político hace un tiempo atrás asombrado por el  perfil  o impronta que le daba a mis escritos. El que hable de Dios, lo aclaro, significa poco o nada a los efectos de mi  integridad moral y ética, porque como lo he confesado públicamente, soy un pecador más entre tantos. Y soy, por otra parte, uno de esos creyentes superado en virtudes por muchos ateos o agnósticos quienes, si hay un cielo (entendido éste como un lugar de paz eterna y bienaventuranza) estarán en él mucho antes que algunos de nosotros, los hombre de fe que solemos mencionar demasiado a Dios, pero olvidamos que mora en el corazón de las demás criaturas a quienes a menudo tratamos con indiferencia, cuando no con desprecio e injusticia.     -Pero para no andar trepando por las ramas y ajustarme al tema puntual, digo que aquellos que me conocen saben también de mi ecumenismo y respeto por todas las religiones, y por todos los hombres de buena voluntad, crean o no en un orden superior. En el marco de esta apertura, hace unos minutos, en el momento de crear  este escrito (son las 21.25 horas del día miércoles 6 de julio) tomé un café con una amiga muy católica, muy practicante, quien en medio de la charla ponderó la obra que desde su enfermedad e internación ha realizado y sigue realizando Florencia Staffieri, una joven médica rosarina que ha despertado en muchos amigos y familiares  el deseo de encontrarle un sentido a la vida en la ayuda al prójimo, en el amor. ¡Y vaya si lo han logrado!   -Y no sólo eso ha fecundado desde su enfermedad Florencia, sino que ha provocado en muchas personas no allegadas, pero que la conocieron a través de los medios, el mismo sentimiento.  Por otra parte, estos jóvenes amigos de esta chica, como una onda benéfica expansiva, han movilizado el corazón de mucha gente. Lo han hecho, por ejemplo, a través de la institución “Donemos Vida”. Y no me equivoco si afirmo que si una explosión de donación de sangre y médula ósea se produjo, ha sido por el motor  de Florencia y la tracción de sus amigos. Para decirlo de otro modo; que ella ha sido el corazón de esta acción filantrópica y los demás jóvenes el latido maravilloso de la vida. La actividad de este grupo de gente  no se ha ceñido a tratar de abordar la problemática de la escasez de donantes de órganos y médula, sino que ha ido más allá, ha escalado a otras aristas de la ayuda al prójimo.   -En una entrevista que realicé hace unas horas a un sabio judío de la ciudad de Buenos Aires, el rabino Tzvi Grunblatt, le pregunté cuál era el sentido de la vida, que razón trascendental  tenía el hombre para sentirse satisfecho al cabo de la peregrinación por esta misteriosa vida que es como la propia Tierra, a veces llana, a vaces escarpada. Quiero compartir con ustedes la respuesta: “La misión tiene que ser aportar. Cada uno tiene que hacer un aporte; cada uno tiene que agregar algo a la existencia que sin él no hubiera estado; tiene que agregar una cuota de bondad, una cuota de justicia, de rectitud, de luz, de valores eternos, de valores absolutos. Ese es el aporte que cada uno debe y tiene que hacer”.   -Es maravilloso saber que hay jóvenes que se comprometen con la verdad y con el amor. Es reconfortante saber que hay jóvenes que dan una lección a una generación como la mía que se ha pasado el tiempo entre el infierno de la indiferencia y el torbellino de la  confrontación. Creo que a tantos jóvenes como Florencia y sus amigos le debemos un  perdón y un reconocimiento. Creo que ellos son una suerte de cristal donde se refleja la imagen de aquello que debemos ser.  Desde la enfermedad, Florencia y su grupo nos han dado y nos siguen dando una lección de vida a nosotros, tantos adultos que parecemos sanos, pero que tenemos infectado el corazón. Un corazón que late a menudo mezquinamente para sí mismo, sin advertir que tarde o temprano se condena irremisiblemente.     -Termino con las palabras de Camus: “La verdadera desgracia es no saber amar”.  -Con verdadero afecto para  Florencia y sus amigos.

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